Capítulo 3. Defendiendo la patria (primeros párrafos)

Poco más de cuatro décadas después de que Félix Pinares (1973-1976, Iquique) fue reclutado, la discordia entre las ideas sobre qué era la patria y qué significaba defenderla, que había dado forma a su memoria sobre el servicio militar, se transmitió de manera pública en los matinales de televisión. El 11 de septiembre reinicia el debate en Chile todos los años, pero durante el cuadragésimo aniversario del golpe en 2013 se generó una oleada de interés y actividad conmemorativa más intensa de lo habitual. En la víspera del acontecimiento, y por primera vez, los antiguos conscriptos que habían experimentado el golpe fueron consultados acerca de sus recuerdos por radio, prensa escrita y televisión. Una de esas entrevistas fue realizada en el matinal Mañaneros. En el estudio, el panel del programa habló con Hermógenes Pérez de Arce, un defensor declarado del régimen de Pinochet y de los oficiales que cumplían penas de prisión por violaciones a los derechos humanos. Félix y su compañero exconscripto Carlos Palma (1973-1975, Iquique) participaron en una transmisión en vivo desde un parque cerca del almacén de Carlos en Ñuñoa, a la vuelta de la esquina del Estadio Nacional. En cierto momento, Félix insistió en que nunca se había interesado por la política y que no tenía filiación política. Había hecho un juramento a la bandera y a su patria, pero nunca se le hubiese ocurrido disparar a un chileno indefenso.

Varios meses antes, en su sala de estar en la comuna santiaguina de Recoleta, Félix había hablado de forma más amplia acerca de su sentido de la patria. Sus padres y diez hermanos eran de Coronel, en la costa carbonífera de Chile, donde su padre había tenido un cargo importante en una mina. Sin embargo, habían pasado tiem- pos difíciles cuando el remordimiento y la posterior investigación de un accidente fatal en la obra habían llevado al padre de Félix a la bebida. Al momento del accidente, Félix tenía alrededor de diez años y al poco tiempo abandonó la escuela para comenzar a generar dinero. En 1968 se fue a Santiago para unirse a sus hermanos mayores y encontrar trabajo en la ciudad, y tres años después los hermanos mandaron a buscar al resto de la familia. En 1973, Félix fue reclutado por el ejército y enviado en tren a Iquique.

El 11 de septiembre por la mañana, Félix y sus compañeros fueron informados por un superior que: “desde hoy en adelante, desde el último soldado hasta el comandante del regimiento, somos gobierno. Y eso […] tiene que llenarnos el pecho de orgullo y todo. Somos gobierno y tenemos que salvar el país.” Los pensamientos de Félix en ese momento, recordó, se volcaron hacia su familia en Recoleta donde, según se enteraría más tarde, habían sido arrestados su padre y su hermano. En Iquique, presenció la “innecesaria” violencia de los allanamientos a las viviendas locales y vio que algunos –pocos, dijo, pero algunos– de sus compañeros conscriptos estaban de acuerdo con lo que estaba sucediendo. Custodió a los prisioneros políticos que llegaban al regimiento y podía oír cuando se les aplicaba corriente eléctrica a los testículos mediante teléfonos de campaña cableados para torturar. Sin embargo, insistió, los prisioneros no eran personas peligrosas y la “guerra” no era su guerra. Para ilustrar la contradicción que había vivido como conscripto, Félix regresó al juramento a la bandera. Los reclutas juran lealtad a la bandera y a la patria, comprometiendo sus vidas si se les pidiera, una vez completada su instrucción básica. Para Félix, las “atrocidades” de la represión política hicieron del juramento “la falsedad más grande”. La patria, explicó, es “el terruño que Dios nos entregó para vivir como hermanos”. No dudaría en defenderla, “hasta rendir la vida si fuese necesario, como dice el […] juramento, siempre cuando la soberanía o mi familia… se viera en serios problemas”. Su voz se agudizó al mencionar a su familia, y la pausa posterior permitió que ese énfasis se hiciera notar. En cierto momento, recordó, había rechazado las órdenes de apuntar su arma a un prisionero, y dijo a su teniente: “Yo juré a la bandera pa’ otra cosa”.

En agosto de 2013, frente a las cámaras de televisión, Félix reafirmó su visión de la patria como una familia nacional extensa con fronteras soberanas. Reiteró también su disposición a defender esas fronteras contra invasiones extranjeras. Al ser consultado por uno de los conductores del programa si había participado en confrontaciones armadas, con “entre comillas, terroristas o violentistas”, Félix contó la historia de un compañero que había muerto a su lado. No lo habían matado extremistas, aclaró el antiguo recluta, sino que le dispararon los propios soldados del regimiento durante un ataque simulado diseñado para prepararlos ante ataques al cuartel. Pérez de Arce, quien durante toda la entrevista había representado la narrativa de la guerra de la derecha pinochetista, desestimó instintivamente la historia de Félix como la versión izquierdista de la historia, puesto que sentía que Félix estaba “ocultando el hecho que al frente tenía un enemigo armado”. “[Yo] tenía el enemigo armado”, respondió Félix antes de enumerarlos: “mi teniente, mi capitán, mi mayor, mi comandante. Ese [es] el enemigo armado que yo tenía en frente. Jamás, jamás tuve ningún civil, a ningún civil apuntándome.”

La discordancia entre las patrias expuestas durante este breve intercambio por televisión matinal chilena en 2013, es representativa de una ruptura más amplia en la memoria conscripta. Muchos antiguos reclutas de todas las clases bajo Pinochet recuerdan su entusiasmo a ratos “eufórico” por ser llamados a cumplir con su deber nacional, y otros se ofrecieron ávidamente como voluntarios para servir y defender la patria. Sin embargo, la experiencia del servicio militar con frecuencia es considerada una traición al patriotismo que los reclutas llevaron consigo al cuartel. Este capítulo examina el choque de las patrias en la memoria exconscripta y revela cómo se libraron la guerra “interna” y la “casi guerra” de Pinochet en defensa de la patria al interior de los cuarteles.