Capítulo 5. En carne propia (primero párrafo)

Hugo M.* (1975-1977, Arica) no se quería sentar, y acentuaba sus palabras con los rítmicos golpeteos de su bastón. “¿Quién lo va a creer?”, preguntaba de forma retórica y repetida en la pequeña oficina de la Agrupación de Reservistas en Temuco en 2012. Recordaba que había crecido como un niño normal y deportista en la IX Región de Chile, que no había tenido interés en la política y que al ser reclutado en 1975 entendía poco de ella. El cuartel, dijo, había sido un enigma antes de su servicio y adentro se sentía como un mundo aparte. En la vecina ciudad de Lautaro se le dijo que estaba en guerra y que disparara primero al cuerpo y después al aire. Más tarde fue enviado a la frontera norte como parte de la preparación ante el posible conflicto con Perú. Es difícil de explicar, dijo, porque no hay testigos y nadie –ni civiles, familiares, ni psicólogos– puede comprender, puesto que no estaban ahí, pero esto es “lo que vivimos en carne propia”. Al igual que Hugo, muchos antiguos conscriptos insisten en que experimentaron “en carne propia” lo que describen en las conversaciones, entrevistas y testimonios, con la intención de resaltar sus recuerdos y resguardarse de la incredulidad. Este capítulo examina las maneras en que el servicio militar fue recordado “en carne propia”. Los recuerdos de los antiguos reclutas están modelados por un discurso de “memoria corporal” que encauza el recordar como una competencia solitaria y a menudo agotadora entre el deseo de olvidar y los pensamientos, emociones y comportamientos indeseados, así como los recordatorios físicos persistentes. Esta competencia individual se desarrollaba dentro de sus cuerpos y sus mentes, y atormentaba, sobre todo, sus silencios. Con el surgimiento de las agrupaciones exconscriptas, una voluntad colectiva por recordar redefinió los pensamientos, enfermedades y cicatrices intrusivas como evidencia de ser víctimas. El momento histórico en que se desarrolló el movimiento exconscripto, la formación de las demandas grupales, el proceso testimonial y el intercambio de historias, también ayudaron a los exconscriptos a corporizar sus narrativas de la memoria. Los antiguos reclutas establecieron y mantuvieron vínculos entre la memoria compartida y sus propios cuerpos, transformándolos en sitios de la memoria.